lunes, 10 de octubre de 2016

LAS BRUJAS DE CACHICHE


Cachiche es el nombre de un pueblo, que desde épocas pasadas fue sinónimo de hechicería para muchos peruanos, Cachiche parecía un pueblo de brujas, pues albergó incontables mujeres que, de acuerdo con los iqueños, poseían poderes sobrenaturales, utilizados –segun decían– para extirpar los males del cuerpo y preparar brebajes que garantizaban el amor de la pareja, entre otras santerías...


Brujas de Cachiche (Ica - Perú)

La bruja más famosa de Cachiche es sin lugar a dudas Julia Hernández Pecho Viuda de Díaz, una bruja que según cuentan murió a los 106 años de edad, luego de una azarosa vida llena de sortilegios y hechizos, pero sólo de los buenos, de los que curan, de los que reconcilian corazones. Ella no hacía daño. Ella no era "malera".

Esto es lo que afirman sus defensoras, sus historiadoras oficiosas, aquellas que vaticinan un retorno seguro a Cachiche si se contemplan fijamente los ojos de la estatua, aquellas que cuentan -con espanto y horror- la apocalíptica y certera profecía de la palmera de las siete cabezas. Una demostración evidente -dicen ellas- del poder sobrenatural de doña Julia.

Cuenta la leyenda que la bruja predijo que Ica se hundirá cuando reverdezca la séptima cabeza de la palmera que se encuentra en la laguna seca.

Y la bruja acertó, pues Ica quedó bajo las aguas en enero de 1998. El río se desbordó, miles de personas resultaron damnificadas. La gente asegura que ese año no se mochó, ni se quemó la séptima cabeza de la palmera, desde esa fecha no han dejado de hacerlo.

domingo, 9 de octubre de 2016

LA ACHIRANA DEL INCA...


Achirana significa "Lo que corre limpiamente hacia lo que es hermoso" y resume la leyenda de una de ellas en Ica, región ubicada al sur del Perú, que con maestría don Ricardo Palma cuenta en una de sus tradiciones más populares.


El Inca Pachacutec

La Achirana del inca, narra el sentimiento que inspiró una doncella en el implacable Pachacútec, cuando éste dominara el valle de Ica sin mayor esfuerzo, dado que sus habitantes eran muy pacíficos.

Recorriendo el territorio sometido, el Inca llegó hasta un desértico pago llamado Tate, cuya dueña era una anciana que vivía acompañada de su bellísima hija, de quien Pachacútec quedó prendado y dispuesto a conquistar. Si bien el territorio había sido fácil de dominar, no fue así el corazón de la joven. Ella no se dejó deslumbrar por el rango de su pretendiente, pues amaba a un joven de su comarca.

Conmovido por el desinterés y honestidad de la doncella, el inca quiso plasmar su admiración y cariño concediéndole lo que ella pidiese. La joven arrodillada le suplicó agua para sus tierras que morían de sed: "Siembra beneficios y tendrás cosechas de bendiciones"- le dijo besando su manto.

Pachacútec prosiguió su camino triunfal en su anda de oro, pero sus cuarenta mil hombres se quedaron diez días para ejecutar su promesa: Abrir el cauce que llevaría agua a los pagos de esa región iqueña. Aquella achorana quedaría como un homenaje al sentimiento de un poderoso soberano doblegado por una doncella.

sábado, 8 de octubre de 2016

LA HISTORIA DE HUACACHINA ICA...


En Tacaraca, centro indígena de alguna importancia, durante el período precolombino vivía una ñusta de verdes-pardosas pupilas, cabellera negra como el negro azabache que forma piedra escogida de la tierra, o quizás como el negro profundo del chivillo, el pájaro quebradino de las notas agudas, el tordo de nuestros alfalfares de las cejas de las sierras, doncella roja de curvas y sensuales contornos gallardos, como las vasijas del Sol en el Coricancha de los Incas.


Huacachina (Ica - Perú)

Allí cerca también de las alturas de Pariña Chica, el pago de las huacas, de los enormes tinajones y las gigantescas lampas de huarango esculpido, vivía Ajall Kriña; apuesto mozo de mirada dura y fiera en el combate, como la porra que se yergue en la mano del guerreo o como la bruñida flecha de tendido arco; pero de mirada dulce y suave en la paz, en el hogar, en el pueblo, como rizada nota de música antigua; como gorjeo de quena hogareña, percibida a lo lejos por el fatigado guerrero que tras dilatada ausencia regresa.

Ajall Kriña, enamorase perdidamente de las formas blandas, pulidas de la virgen del pueblo y un día en la confusa claridad de una mañana, cuando la ñusta llevaba en la oquedad de esculpida arcilla, el agua pura, su alma apagada y muda hasta entonces, abrió la jaula y dejó cantar a la alondra del corazón:

Mi corazón en tu pecho cómo permitieras; aunque penda de un abismo, muy hondo, muy hondo o estrecho de modo que tú me quieras como tu corazón mismo.  La de las eternas lágrimas, la princesa Huacachina, llamada así porque desde que los ojos de su alma se abrieron a la vida, no hicieron sino llorar; no tardó en corresponder el cariño hondo, fervoroso e intenso del feliz varón de los cambiantes ojos de fiereza o de dulzura, de acero o de miel.

Todas las mañanas y todas las tardes, en los cárdenos ocasos o con las rosadas auroras, Huacachina, cuyas lágrimas parecían haberse secado para siempre, entregaba a Ajall Kriña, las preferencias de su corazón, las joyas de su ternura, los incendios de su alma pura y sencilla.

Pero la felicidad que siempre se sueña eterna a los ojos egoístas de que goza, voló como el céfiro fugitivo que se escurre entre las hojas de los árboles o entre las hebras del ramaje. Orden del Cuzco, disponía que todos los mozos se aprestaran a salir inmediatamente, para combatir sublevación de lejano pueblo belicoso. Ajall Kriña, con el alma despedazada, se despidió de su ñusta hechicera. Ella le juró amor, fidelidad, cariño y él, alegre, feliz porque comprendía con la fe y la fiebre del que quiere, que ella no lo engañaría y entregaría su corazón como aquella otra ñusta odiosa de la leyenda iqueña que enajenó su ser por el oro de la joya, la turquesa del adorno y los kilos de la blanca lana como vellón de angora, marchó con otros de su pueblo en pos de nuevos soles a develar la rebelión, a sofocar el movimiento sacrílego contra el Dios-Inca.

Ajall Kriña, con heridas terribles, abiertas en el cuerpo de bronce, muere en el combate después de haber luchado como un león. La triste nueva, pronto se comunica a Huacachina, la bella princesa de los ojos hechiceros, quien, alocada, desesperada, al amparo de las sombras que se vienen, huye sin que lo adviertan sus padres entre los cerros y los cuchillos de arena, hasta caer postrada, abatida, jadeante, sudorosa, con el llanto que, desbordándose del manantial inagotable de sus olas, caían en las arenas que como pañuelos de batista, se extendían más allá de la Huega.

Las lágrimas ruedan y siguen rodando muchos minutos; numerosos días; tiempo tal vez incontable para ella, de sus ojos inyectados por el dolor y cuando el hambre, el dolor, la tristeza, la desventura, rompen el frágil cristal de su alma y la vida huye y se aleja veloz, esas abundantes lágrimas, absorbidas por las candentes arenas, surgen a flor de tierra en el inmenso hoyo amurallado por las arenas superpuestas, después de haberse saturado, con las sustancias de la entraña de la tierra, que las devuelve por no poder resistir el contagio del inmenso dolor.

En el día, las verdes aguas pardosas se evaporan en pequeña cantidad hacia los cielos, como si fueran llamadas por los dioses para aprender del dolor y se cuenta que todavía en las noches, cuando las sombras y el silencio han empujado a la luz, al ruido, sale la princesa, cubierta con el manto de su cabellera que se plisa u ondea en su cuerpo; con ese manto negro, muy negro, pero menos obscuro que su alma, para seguir llorando su llanto de ausencia y de pesadumbre, algunas de cuyas gotas todavía se descubren en la mañana, en los primeros minutos de la luz, hasta sobre los raros juncos que a veces brotan en la orilla de oquedad; se ven sobre las innumerables hojas rugosas del toñuz tendido en sus ocios y se perciben sobre cada uno de los dientes de las hojas peinadas del viejo algarrobo, que extiende sus ramas levantándose sobre la cama de arena, para pedir a los cielos, piedad y consuelo, destinados a la princesa de la dicha rota, del ensueño deshecho, del paraíso trunco.

viernes, 7 de octubre de 2016

LEYENDA DE CAHUACHI Y LAS LINEAS DE NAZCA...

CAHUACHI: El Príncipe Volador un raro ser.
Era una noche de plenilunio en un lugar muy cerca de la mar, los fuertes vientos mezclados con arenilla golpeaban el rostro de un viejo rey que acompañado de sus súbditos realizaban un peregrinaje en los templos piramidales y desde la sumidad contemplaban extasiados la luna llena que con su fulgor de plata bañaba todos los rincones de los areniscos, los añejos guarangales orlados con nidos de cuculíes y de rojos piturrines. De vez en cuando se veía a lo lejos el brillo de los ojos de nocturnos animales que como brazas de fuego calentaban la fría noche.



Líneas de Nazca (Ica - Perú)

El cielo estrellado y el rey dotado de una gran industria, observaba minucioso el firmamento tratando de hallar sentido en el misterioso paso de los astros y la manera como se agrupaban entre sí, que como nebulosas formaban caprichosamente figuras de seres que habitaban en la tierra.

Nanaska, el gran monarca, estaba junto a su hijo Cahuachi, un sacerdote-guerrero, mozo fuerte y valiente, futuro heredero del reino, muy atento aprendía las sabias lecciones de astronomía del padre.

- Hijo, tú que pronto heredarás los destinos de la nación, es importante que conozcas el paso de los grandes ojos de fuego. En ellas – prosiguió – verás el triunfo o la derrota, la abundancia de agua o las sequías, la prosperidad o la decadencia, la vida o la muerte, pues, cuando una estrella cae en la tierra, es señal de una vida se apaga.

De pronto un gran vocerío se escuchó de todas partes, interrumpiendo al rey. Todos miraban asustados al infinito. Una pequeña, una tenue lucecita se diría a una extraordinaria velocidad a la tierra, agigantándose más su tamaño cada vez que se acercaba y su color brillante se hacía más intenso e incesante, resplandeciendo tal que se podía ver los asustados rostros de los súbditos del rey.

- No teman, es una bola de fuego de los cabellos de oro. Dijo el monarca, confundiéndolo con un cometa.

La fría noche daba la sensación que se convertía en día cuando la intensa luz fulgurante irradió a los sorprendidos hombres. A los terrenos de arena, las viviendas de piedra y barro con techos de carrizos y paja. Se pudo mirar los verdes guarangales de donde salieron despavoridas las aves que dormitaban en sus fuertes ramas. La inmensa y pedregosa pampa sembradas de naturales calatos. Se vio las altas y bajas colinas, a los zorrillos y serpientes furtivos cazadores de la noche que asustados buscaban refugio en sus madrigueras.

El suelo estéril y cuarteado por la sequedad, donde se observaba chamuscados maticos por el fuerte sol en el día y los ladridos de los perros rompían el silencio de la noche. Entonces la bola de luz cayó en la tierra en una gran pampa, dejándose escuchar ensordecedor sonido y el eco horrorizó más a la gente.
Después volvió el silencio y la oscuridad.

El rey, príncipe y guerreros se dirigieron raudos al lugar que se había precipitado la extraña luz, y acortando distancias, salvando escollos, subiendo y bajando pequeñas colinas, recorriendo largas planicies, muy pronto con la velocidad que llevaban llegaron al sitio, donde aún se podía ver restos oscilantes luces y un fino humo que se levantaba perdiéndose en la oscuridad de la noche. Cahuachi, mostrando vacilación y curiosidad llegó al objeto volador en forma temeraria.

Allí pudo observar un gran móvil de metal con la forma de un platillo, con muchas luces y pequeñas ventanas. El valiente príncipe abrió la puerta principal y del interior del objeto volador pudo salir un raro ser nunca visto por los ojos humanos. Acompañado a este ser, otra criatura cubierto de un extraordinario pelaje. Sus pequeñas orejas se mantenían siempre erguidas. No tenía ojos, estaba provisto de dos extremidades que le servía como mano-pies llevaba cuatro dedos que usaba para caminar y en la otra mano-pies tenía cinco dedos con la que cogía objetos. La misteriosa criatura lanzaba amenazas por su boca pequeña escondida por las pelusas, emitiendo raros sonidos:

¡Akú, akú, akú!

En cambio, el fabuloso ser, no era muy prodigioso de tamaño y no se distinguía sus formas, porque estaba protegido de por una vestimenta especial. En una de sus partes superiores tenía dos ovalados lentes y tras de ellos observaban sus grandes ojos que asustados miraban al príncipe Cahuachi.

Pero la criatura muy debilitada se desvaneció, quedando tendido en el suelo a merced de los guerreros que intentaron golpearlo con sus makanas. Pero el otro ser, no dejaba que se le acercaran, haciendo mucho ruido. Entonces todos comprendieron que la cosa era como un fiel perro que cuidaba de los grandes peligros a su amo.
Desde entonces le dieron el nombre de Makú y el raro ser desvanecido fue llevado en parihuela al pueblo.

martes, 4 de octubre de 2016

LAGUNA DE HUACACHINA




Cerca de este lugar vivía una joven princesa incaica. Que era conocida por todos como Huacca-China (la que hace llorar). Era una princesa de verdes pupilas, áurea cabellera y que cantaba de una manera extraordinaria hasta el punto que todo aquel que escuchaba su melodía lloraba, porque ella tenía un secreto y es que su corazón quedo enamorado de un feliz varón.

La princesa buscaba un rincón donde llorar y al hallarse libre, cavaba ante el árbol un hueco donde hundir el dulce nombre de su amor. Cierta vez en el hueco que había abierto en la arena, ante el algarrobo, se llenó de agua tibia y sumergió su blanca desnudez. Cuando salió del baño, se envolvió en la sabana y al verse en el espejo, descubrió un espía, un cazador, que al ver su belleza, quedó prendado de sus encantos, viniéndose como un sátiro, hacia ella.

La princesa huyó seguida obstinadamente por el cazador entre las dunas y breñas en las cuales iba dejando trozos desgarrados de su manto, que por momentos dejaban ver su desnudez. La sabana quedó enredada en un zorzal y la princesa quedó desolada sin fijarse en nada. Entonces la sabana abierta se hizo arenal. Siguió huyendo la princesa con su espejo en alto, cuando quiso dar un salto tropezó y de su puño falto de fuerzas, se escapó el espejo. Y ocurrió una conmoción, pues el espejo roto se volvió una laguna y la princesa se transformó en una sirena que en las noches de luna sale a cantar su antigua canción.

Los Comatraneros (ciudadanos de la zona) sostienen que existe una corvina encantada, la cual dicen haberla visto, pero más que calan las redes nunca llegan a apresarla. También hay una leyenda de la vieja que toca su cajita para aumentar de ese modo el caudal del agua y es la explicación que da la gente para ese extraño sonido de los cerros cuando lo bate el viento.